Nico y Vale nos recomendaron que vayamos un día a las Montañas azules, que se encuentran a tan solo un par de horas de Sydney en tren, que valía la pena ir y pasar el día por allá. También nos dijeron que en Canberra no había un cuerno para ver ni hacer, pero que quizás podíamos destinar uno o dos días para conocerla.
Ambos fueron buenos consejos. Ambos resultaron ser verdad.
Un día en las Blue Mountains (Montañas azules)
Los domingos, para incentivar el movimiento en el más puro significado físico de la palabra, el gobierno de Sydney tiene una tarifa fija de 2,5$ australianos (aprox. 2 USD) para cualquier viaje que hagas con bus o tren, utilizando su tarjetita de transporte público . Entiéndase: no importa cuantos buses o trenes uses ni de donde a donde te vayas, el total que vas a pagar ese día es de 2 dólares americanos. TODO Sydney aprovecha esta situación para ir a las playas, parques, shoppings, ere erea sin considerar las distancias ni transferencias. Es genial.
Con esto en mente, Vale y Nico nos explicaron como llegar a las Blue Mountains. Luego de unas 2,5 a 3 horas (con un micro y un tren de por medio), llegamos a un pueblo llamado Katoomba, que no tenía nada de muerto (oj oj oj oj).
Chili en la estacion de tren con las provisiones (cervezas) que compramos en Katoomba
En nuestra opinión, el pueblo… mmm… es un chiche, lindo, pero tampoco a un nivel único ni que merezca la pena visitarlo por sí solo. A menos que tengas parientes ahí, o una chica, o un amigo que te invite a tomar algo, o haya un casamiento buena onda, o que la policía de Sydney te esté buscando por alguna razón y te tengas que ocultar en un pueblito de montaña.
El Chocolate no es la respuesta, el Chocolate es la pregunta, SI es la respuesta!!!! Confucio: 478 BC (?)
Algo MUY RARO que tiene el pueblo es que por algún misterio o magia negra en el mismo viven zillones y zillones de moscas negras. ZILLONES DIJE! Y todas quieren posarse en tu cabello, ropa, nariz o/y volar a 15 cm de tus ojos. Muy loco es. Nos habíamos bañado, no teníamos comida encima (ni debajo, ni al costado). Al comienzo creíamos que a nosotros nomás nos meo un gato negro sin que nos demos cuenta… pero al ver a todo el mundo intentando espantarlas, obviamente nos sentimos un poco aliviados (no deberíamos sentirnos peor porque todo el mundo las sufriera y no solo nosotros? NO, nos sentimos aliviados, mbuajajaja sufran esas asquerosas patitas con nosotros mbuajajaja).
Las malvadas moscas comiendo nuestra ropa
Ahora, los senderitos y las vistas…
Eso sí que pega.
Descubrimos que a penas uno empieza a entrar en los bosques, en los tapes po’is que te llevan de un sitio con vista espectacular a otro, las moscas deciden olvidarse de vos. No les gustan los caminitos, solo el asfalto y las veredas, son re culís los bichitos.
Por último, las caminatas resultaron TAN o más deliciosas para nosotros que las supuestas vistas a las que nos dirigíamos. Mmm… creo que ahí hay algo que aprender en esa experiencia… algo como: da gusto caminar cuando no te hinchan las bolas un zillón de moscas.
Imbatible. Las rocas del costado se llaman “Las tres hermanas”, claro que solo se ven dos en esta foto. A donde se habrá ido la tercera?? Bandida!
Fijensé como no hay moscas! Eso es más hermoso que la cascadita!
Momento feliz del día para Chili: La hora del sanguchito debajo de la formación rocosa rara
Canberra: el destino con menos onda de Australia
Fuimos a pasar navidad con mi hermosísima tía María Rivarola, quien vive en Canberra hace varios años y fuera de Paraguay hace unas cuantas decenas de años (no voy a poner su edad, porque seguro que contrata un shamán aborigen para hacerme un mal de ojo asesino si lo hago). De ahora en adelante nos referiremos a ella como Tía María.
Con la hermosísima Tía María. Es mía! Consíganse la suya!
No teníamos idea de que íbamos hacer, para serles sinceros fuimos con las expectativas bajas. RE bajas.
Las “atracciones turísticas” de Canberra que visitamos fueron: un museo de las guerras en las que luchó Australia (interesante) y un memorial para los caídos (bien), el parlamento australiano (ok…), una vista de la ciudad desde el Monte Ainslie (he…), un chorro de agua que sale de en medio del lago artificial que está en el centro de la ciudad (que carajos?), la vista de la casa del gobernador británico (KE? LA CASA DEL GOBERNADOR VISITAMOS?), una supuesta represita que se construyó para hacer el lago (tristeeeeza não tem fiiiiim…) y… eso es todo.
Sitio turístico de Canberra: la casa del gobernador (kué) de Inglaterra en el fondo
Canberra. Yei!
En serio el museo y el memorial son todo lo que tiene que ser un museo y un memorial respectivamente, aprendimos muchísimo y tuvimos la oportunidad de presenciar un homenaje a los caídos que se hace todos los días a las 4:55 PM. La ceremonia es corta pero poderosa, muy emotiva: Tocan el himno, una letanía con gaitas y se recuerda a una persona en particular de la larga lista que figura en el memorial. Sus parientes y compañeros pueden pasar a dejar sus tributos o recuerdos y la ceremonia acaba.
A esta altura hay algo que nos llamó la atención con Chili. Es la… mmm… naturalidad con que se tratan a las guerras en ciertos paises como por ejemplo Australia y EE.UU. Sencillamente, están constantemente en guerra, desde su creación. A nosotros, como paraguayos con varias generaciones de paz, esto nos pareció loquísimo pero perfectamente comprensible.
Amapolas rojas recordando a los australianos muertos en acción
Aparte de esto, tenían razón en lo que nos habían dicho, Canberra medio que no pega ni con engrudo para turistear. Encima para moverte de un sitio a otro te conviene tener vehículo.
Lo que no nos esperábamos fue lo que Tía María nos hizo vivir allá: nos llevó a dos parques donde decenas de canguros andan sueltos haraganeando, comiendo, saltando y haciendo sus cosas de canguros, fuimos a caminar a las calles con más onda de la ciudad donde era imposible evitar que una deliciosa cerveza helada te acaricie el esófago, visitamos el “arboretum” (donde plantan todo tipo de árboles), disfrutamos de su hamaca paraguaya (¡!!!!) durante horas, nos zambullimos con Vanila y otros perros en el lago a jugar, tuvimos una navidad vegana y luego una navidad “a lo Paraguay” en casa de Fernando (jefe de Tía María en ese entonces), mimamos a Charlie, desayunamos limón, jengibre, pasta de castañas de cajú, yogur de leche de coco y no se que otras delicias que jamás se me hubiesen ocurrido desayunar en mi vida, nos conversamos todo de todo y más.
Jugando con La Ninis… Ya estoy mojado de meterme con ella al lago
Dia de relax en Canberra. Charlie (alias Tarkie) estaba absorto mirando sus párpados
Grabando un programa de radio con Tía María y sus amigas… Fue espectaular, nos divertimos y nos aprendimos. Ya podemos pedir nuestro espacio en Ñanduti: me pega de 10 a 12 AM entre semana. Mandando mail a Humberto. Enviado.
Navidad vegana. Lastimosamente no tenemos fotos de la segunda parte de la Navidad con Fernando y su familia donde comimos y tomamos de todo, bien a lo Paraguay
NO PUEDO CREER LO QUE VOY A ESCRIBIR: pero pasamos más de una semana en casa de Tía María siendo veganos con ella… y saben que? Me encantó la comida, era deliciosa y fresca, nambrena luego. No sabía que un plato sin un pedazote de carne podía dejarme tan satisfecho y contento (salvo el porridge o gachas de avena, que se aplazó miserablemente). Cuando le pregunté a Tía María por qué era vegana, me respondío con la mejor respuesta que me dieron hasta ahora sobre ese tema. Sin muchas vueltas, sin polemizar ni adoctrinar ni sermonera ni nada de nada. Resumiendo, me dijo: “Por empatía”.
En toda mi vida, jamás pensé un cuerno en lo que comía. JAMÁS. Ni los ingredientes, ni las cantidades, ni que significa para mi vida alimentarme. Esos días con mi tía nos hicieron reflexionar profundamente acerca de lo que queremos que sea para nosotros cocinar y comer. Hoy, aunque no nos crean, seguimos hablando y hablando de esas dos palabras como comentadores de fútbol un lunes después del clásico.
Cocinar, nos dimos cuenta, era un verbo del pasado para nosotros. Una inconveniencia o estorbo en nuestro día. El famoso “quien tiene tiempo para cocinar?”. Queremos resucitar esta palabra y revisar nuestro orden de prioridades…
Comer se había convertido en un masticar y tragar automático, sin mirar los colores ni la procedencia de lo que literalmente sería parte de nosotros. Tachamos el ritual en función al tiempo, al apuro, a la conveniencia. Ojalá y podamos darle la ceremonia que se merece a un plato de comida casera cuando volvamos. Es nuestro deseo.
Todo lo que le faltaba a Canberra en “onda turística” fue reemplazado y superado con creces por pasar tiempo con Tía María. Creo… que en la frase anterior también hay algún tipo de sabiduría… algo que aprender como: Si tenés una tía hermosa y buena onda, visitale, aunque tengas que volar 15.000 km.
Gracias Tía Maria, sos magia
Lo único que faltó para que nuestra visita sea perfecta es la morcilla de koala bebé que tanto le pedí. Queda pendiente eso para volver.
valeriacabellosusd0001 says
jajajaja tampoco que no hay nadaaaa en canberra jajaja nos gusto tambien!! el playground del arboretum esta buenisimo!!!
Joseto says
El arboretum!!! Me olvidé de hablar del Arboretum que está re loooocoooo!!