La primera vez que fuimos a pasearnos a Manhattan… nos mareamos! No sé, nos dio taquicardia, claustrofobia, vértigo, se nos cerró la garganta, llamale cangrejo.
Fue así: Nos quedabamos en Port Washington con Nancy, Matías y Luna (que son lo máximo! LO MÁXIMO!). Port Washington es una especie de barrio RE lindo que está a unos 50 minutos en tren de Manhattan… 50 MINUTOS EN TREN! Sep, así son las distancias y los tiempos (XXL de vuelta).
Port Washington es tan tranquilo que los patos se dedican a practicar el saxofón mientras cruzan sus calles. Los conductores deben hacer fila pacientemente al ritmo del jazz
Lo importante es que este lugar donde nos quedábamos es la meca del sueño americano, una colección de casitas de uno o dos pisos con sus Jack’o Lanterns en los patios (entiendase “linternas fantasmagóricas hechas con calabazas para celebrar Halloween) y mansiones de película, vistas al Atlántico, lanchas, botes y yates, calles anchas, todo limpio y ordenadito, ardillas adorables por todos lados, algunos mapaches gordos, ere ere’a. En ese barrio idílico pasamos cada noche.
Entonces, anchinyaranga nosotros cuando nos bajamos por primera vez del tren en la Penn Station (en medio de Manhattan) y dijimos “vamos a caminar al Central Park!”.
Saben lo que hay detrás de los edificios que se ven en la foto? Más edificios!
Salimos del subsuelo… y tan solo la vista de los megaedificios nos dio un tovajepeté. Empezamos a caminar, a la sombra de todo ese cemento vertical, por primera vez entendiendo como el Hombre Araña puede pasearse como Tarzán en la ciudad. A esa vista, vamos a sumarle la gente y el ruido. LA GENTE. O sea, cada vereda tenía más gente que cualquier concierto de Bronco en su mejor época. Y como en las pelis, todos están apurados. Lo que no nos pasó es que nos choquen o que sean mala onda… eso debe ser una pequeña exageración (Hollywood no miente ¿?). El ruido no tiene nada de especial: tránsito, pasos, conversaciones… lo malo es que es constante, como un zumbido omnipresente… pero que no por eso pasa a segundo plano.
Anduvimos en silencio, los dos, con la boca abierta y tropezando, ni siquiera sacando fotos… Estupidizados por tanta, tanta… COSA que estábamos viendo/procesando. Cocodrilo Dundee, I feel you!
Después de como 8 interminables cuadras paramos un ratito. Ya no aguantábamos más. Sentíamos que estábamos en una rueda de hamster, que caminábamos y caminábamos, pero que no íbamos a ninguna parte: todo era igual a nuestros ojos! Edificios-gente, edificios-gente, repetir. Les juro que tuvimos que parar, sencillamente, a respirar.
Que rara sensación, por un lado, nos encantaba estar ahí. Por otro lado… nos abrumaba.
Encontramos el hotel donde se quedó Mipobreangelito usando la tarjeta de su viejo y filmaciones en blanco y negro de gangsters. Chili, sencillamente, no pudo contenerse
Hicimos de tripas corazón y continuamos, un poco más lento y sin levantar tanto hacia arriba la cabeza. Finalmente llegamos al Central Park. Ahí. Ahí todo encajó. Nos relajamos… y empezamos a disfrutar del tiempo que teníamos en Nueva York.
Aprendimos en nuestra visita que esta ciudad es poderosa, poderosa en casi cualquier aspecto que quieras imaginarte. Para nosotros, poderosa en sensaciones.
No voy a escribir sobre las casi dos semanas que estuvimos allá, porque les quiero y no me gustaría matarles de aburrimiento con mi cháchara interminable. Lo que voy a hacer es describir lo que sentimos con algunas de las historias que vivimos en “La ciudad que nunca duerme” (cuak!).
Hay tanta gente en la calle que podés “afilar” sin que nadie te diga nada 🙂
La alegría en Central Park
El Central Park es:
- Un oasis de silencio
- Un valle de verdosidad
- Al mismo tiempo, mezclado con el verde, una colección de colores cálidos: mil naranjas, maderas de todos los aromas y amarillos y rojos compitiendo por dominar en en el suelo, en el viento, en las copas de los árboles
- Donde podés bañarte en sol, sin que se te avalanchen los edificios con sus sombras y su frío
- Un santuario para las ardillas neoyorquinas
- El lugar perfecto para que Mipobreangelito huya de los ladrones y sea salvado por una vieja buena onda
- Nambrena luego
Pasamos varias horas en el parque, se lo merecía y, después de la mala onda inicial, también nosotros nos lo merecíamos.
Los edificios parecen pintados, lejanos desde adentro
Sentimos que la energía y la onda variaba ligeramente dentro del parque, según donde te encuentres… estamos hablando de una zona verde de 340 hectáreas (como punto de referencia , el Ñu Guasu tiene 25 Ha), así hay partes con más gente como las pistas de patinaje sobre hielo o la fuente de Bethesda y partes en las que parece que estás solo en la ciudad, como en los caminitos cerca de los lagos (donde los arbustos te impiden ver o escuchar mucho del ajetreo general).
En el parque todos los días es domingo. Afuera, era lunes
La belleza de TODO el parque nos puso felices, parecía como que nunca habíamos visto un árbol o un poco de pasto, no sé. Nos pusimos locos de alegría y no nos quedó otra que caminar viendo los shows a la gorra, la gente tirada en el pasto, un señor que hace burbujas del tamaño de focas gordas, las parejas en los lagos y los chicos aprendiendo a patinar. Evidentemente… también nos tiramos al pasto! Y también fuimos una de esas parejas en los lagos! Pero para la tranquilidad de nuestro coxis y de nuestros traumatólogos, no patinamos sobre hielo en ninguna de nuestras visitas.
En Strawberry Fields unas cuantas personas se dedican a tocar músicas de los Beatles y a vender todo tipo de recuerdos de la banda. Nos quedamos solo con las músicas
Capo!
La solemnidad en piedra, agua y vacío: el memorial del 9/11
“Esta tarde vamos al Ground Zero… vamos a ver que encontramos ahí”.
Contexto: Ni Chili ni yo habíamos visto UNA SOLA FOTO de lo que habían hecho los neoyorquinos en esta zona después del atentado del 2001. Sabíamos que se estaban haciendo nuevos edificios del WTC…pero nada más.
Cada tanto se me perdía mi Chili…
Llegamos, un poco acelerados, habíamos caminado todo el día… y sentíamos que se venía el plato fuerte del día. Al final de la tarde, justo después de que se ponga el sol llegamos a donde alguna vez estuvieron las torres gemelas.
Nos encontramos con un paisaje surreal. Donde hace 15 años sucedió lo que sucedió, hoy se encuentra un gigantezco memorial, un museo del 9/11, una estación de metro llamada “The Oculus”, un menjunje de gente entre turistas y locales en las avenidas circundantes, y brillantes edificios nuevos (de paquete) sacados de revistas de arquitectura o ingeniería y… más y más construcciones que se están llevando a cabo.
…
Sentí como mi mandíbula se relajaba, para adoptar una constante posición de “Wow”… Pero no ese “wow” que gritás cuando ves algo espectacular como una parrilla super completa y una conservadora recontra cargada de birra en el cumpleaños de un amigo. Tampoco estoy hablando del “wow” de sorpresa que a veces te ataca cuando estás por la calle y una moto te roza.
Es otro “wow”.
Estoy hablando de un “wow” mudo. Un “wow” solemne. Un “wow” largo, que se queda trabado en tus labios como una señal de constante admiración y respeto… es un “wow”que no se anima a salir de tu boca para no contaminar el momento, para no manchar el sitio.
Puedo describir todo lo que vi y sentí ahí, como si estuviese ahora mismo caminando en esas baldosas. De alguna manera esos momentos se hicieron parte de mi sangre y no se van a ir a ningún lado.
Pero de lo único que quiero realmente hablar es del Memorial.
…
Ya era de noche, por suerte, y prácticamente eramos los únicos en el lugar además de un par de policías. El resto de la gente estaba en la estación “Oculus” o caminando por ahí… A esa hora, al memorial, no se acercaba casi casi nadie.
El Memorial del 9/11 me hizo sentir como si alguien me apretaba la garganta, no para asfixiarme, para que me duela nomás. Al mismo tiempo, mis ojos se rehusaban a seguir secos. Tanto a Chili como a mi nos obligó a respirar más lento, a caminar más despacio a darle su lugar al lugar en el que estábamos.
El sonido del agua junto a los nombres, las flores y el profundo tamaño y forma de los pozos nos hipnotizaron, nos empatizaron, nos llevaron.
El Memorial cumplió su cometido.
…
Aura says
Qué lindo e intenso todo lo que están viviendo, Chili y Joséto. Que sigan disfrutando del mundo. Besos!
Joseto says
Gracias Aura!!! Lo estamos pasando geniasupercalifristiconambrenalidoso!!! Besos!!!!