Chichicastenango es una ciudad… que parece un pueblito, chiquitito pero bien chiquitito. Es relativamente famosa por un tema en particular en el mundo turístico: su mercado de artesanías que abre los jueves y los domingos.
Nos habían dicho “vayan al mercado de Chichicastenango está bueno, es grande y podés comprar de todo para tu casa”. Como habíamos decidido con Chili no comprar recuerdos durante el viaje, no nos atraía tanto este destino. Para quienes se pregunten porque decidimos esto, estas son las razones más importantes:
- Donde lo llevaríamos? Tenemos poco y preciado espacio en las mochilas
- Para que lo llevaríamos? O sea… todo bien con que sea muy lindo, pero cargaaaaaar con un cachivache por un año para después poder ponerlo en una mesita ratona cuando vuelvas en tu casa, no suena a un buen negocio
- No tenemos cosas más importantes en que gastar la plata? Creemos que sí
Al final, la curiosidad pudo más y decidimos ir. Y la pegamos. La re-pegamos.
Descubrimos tres cosas que nos fascinaron en Chichicastenango: el famoso mercado del que nos hablaron, la Iglesia (nadie nos dijo nada de la iglesia) y su cementerio (menos todavía nos hablaron de esto).
Vista de una partesita de la jungla de tienditas que es el mercado de artesanías. Es gigante, o sea, enserio esto que se ve no es nada, son cuadras y cuadras y cuadras de tienditas. De fondo la Iglesia de Santo Tomás, si salía el cementerio del pueblo en el fondo del fondo la foto estaba reeeecompleta… pero el cementerio está, digamos, que a las espaldas de la foto
El mercado
Fuimos un domingo.
El Mercado de Chichicastenango resultó ser uno de esos monstruos de las películas que devoran todo lo que ven a su alrededor como “La Nada” en la Historia Sin Fin o “No Face” de El Viaje de Chihiro. Las tiendas invaden todas las calles del centro del pueblo sin dejar espacio entre ellas y un pasillo en el medio donde te vas caminando/chocando con los cientos de personas que invaden el pueblo.
Encontrás toda la artesanía que te puedas imaginar, trabajos en madera, en piedra, en tela, en arcilla, en papel, en vidrio… nambrena luego. Es, sin lugar a dudas, el sitio para comprar un recuerdo de Guatemala.
Los colores son sin duda los protagonistas principales del mercado
La gente que se pasea: 15% turistas, 70% mayas, 15% creo que guates no mayas. Los vestidos de las mujeres, los trajes de los hombres, los sonidos de sus idiomas autóctonos (en cada puesto al que vas y en el pasillo en el medio), los porteadores cargadísimos con sus mochivinchas… todo contribuye a que digas, wow… esto es otro mundo.
Además, claro, podés comer ensaladas de frutas con miel y tomar jugos recién hechos. No se imaginen solo naranjas y piñas y uvas. Vas a ver bananas anaranjadas, pitayas, mamones chinos, maíces rojos o negros o blancos y otras cosas que no recuerdo o que no entendí que eran.
Las mujeres guatemaltecas tienen el título “mujeres más pequeñas del mundo”, promediando los 149 cm. Chili era feliz en Guatemala! En la foto Tomasa que intentó, sin éxito, vendernos lápices en la calle
Si vas temprano te vas a encontrar a los chapines tomando el desayuno en la calle. Obviamente, nos sentamos con ellos y pedimos “lo que sea que todo el mundo está desayunando”.
Descubrimos el ATOL BLANCO.
Y que descubrimiento!
Esta es la receta según www.deguate.com:
- Primero se hace una preparación con la masa de maíz y agua, se pone a coser hasta que se deshace la masa y la mezcla sea uniforme y esté cocida.
- Luego se vierte un poco de esta preparación en un plato bol o un plato que sea hondo.
- Luego se le pone una cucharada de frijoles, un poco de chile cobanero, un poco de pepitoria (son semillas de zapallo), sal al gusto y limón.
Además de lo que dice ahí, en la calle te espolvoreaban caldo de pollo (sí, como suena) y te daban una especie de doritos guatemaltecos en forma de palitos para que floten y te los comas. Es un poco picante. Pero tanto Chili como yo pensamos que es lo más rico que probamos en Centro Ameríca. Costaba aprox. 0,5$.
Creemos que no va a ser difícil de hacer en Paraguay, salvo el chile cobanero, tenemos los ingredientes… es súper sencillo. Si no nos sale bien… quizás tengamos que volver para poder tomarlo!!!!
El DELICIOSISISISISISISIMO ATOL BLANCO en todo su esplendor, listo para ser deleitado en una mesa común en medio de la calle. Lagrimas corren por mis mejillas cada vez que veo esta foto
Claro, el mercado además de artesanías tiene unas cuantas verduras y frutas, esta parte en particular estaba en una cancha de fútbol o basquet, no sobre la calle
La iglesia de Santo Tomás
Ni Chili ni yo somos muy ir a buscar iglesias para entrar… ya sea porque no somos tan religiosos o porque nos llaman más la atención otras cosas.
Pero la Iglesia de Chichicastenango es otra cosa.
Para iniciar, frente a la Iglesia te encontrás con una especie de escalinata llena de flores. Delante de la escalinata hay un altar. EL ALTAR ES MAYA. Y tiene flores y cosas quemadas y quien sabe que más.
Delante mismo de la iglesia están los chamanes, quemando incienso u otras yerbas y haciendo rituales. Estuvimos durante más de una hora dentro y fuera de la iglesia y los chamanes no pararon un minuto… tenían botellitas de caña en sus bolsillos (no sabemos si a toman o la usan para sus temas), flores a sus pies y quemaban sus cosas diciendo y repitiendo mil veces palabras en su idioma.
Investigando nos encontramos con que la “escalinata” son los 18 escalones originales de un templo precolombino y la iglesia se construyó en 1545 en la mismísima ubicación donde antes estaba el templo maya. Los 18 escalones representan los 18 meses del calendario maya… y en el sitio se veneran tanto la religión católica como la maya (o no se como se llama).
Los escalones gastados por los miles de días y miles de pies que ha visto. Se venden todo tipo de flores en los mismos y los chamanes se encuentran trabajando sin descanso delante de las puertas del templo
No estaba permitido sacar fotos dentro de la iglesia, donde nos topamos con algo insólito en nuestra experiencia: se rinde culto tanto a Dios/Jesús como a las creencias prehispánicas. Bajo ese techo vimos:
- Oscuridad. Dentro del templo no hay más luces que las velas de los asistentes y la que penetra (a penas) por las puertas de un costado… quizás había minúsculas ventanas arriba, cerca del techo, pero no las recuerdo.
- Gente que hacía un recorrido de rodillas hasta tocar con las manos o su frente una columna en particular, hablando en su idioma (y repitiendo una y otra vez las mismas palabras) o en silencio, jóvenes, ancianos, adolescentes.
- Una cruz con Jesús crucificado. La cruz con marcos de metal trabajado y bordes de vidrio, como para poder transportarla y que sea vista desde lejos, sin que nadie toque a Jesús.
- En el pasillo central velas finas y rojas, cientos, prendidas o siendo prendidas por familias de rodillas llenas de niños e incluso niños MUY pequeños, que por alguna mística entendían perfectamente la solemnidad del asunto. Al mismo tiempo que prendían las velas estas familias esparcían pétalos de flores al rededor. La iglesia huele a flores, humo y fe.
- Gente sentada en los bancos, como en cualquier otra iglesia, contemplando. No se a cual de los Dioses/Religiones.
- En el extremo final el altar y la imagen de Jesús detrás de una pequeña baranda de madera. Muchas personas arrodilladas delante y rezando con las manos juntas.
- Como si esto fuera poco, al mismo tiempo hay guías (con insignias que los distinguen) y turistas (de TODOS los colores y vestidos de TODAS las formas), entremezclados con los feligreses.
Es un sitio especial, sin dudas. Y además, tiene una energía especial, tanto Chili como yo la sentimos. Era… “comodo” o “natural” estar ahí en silencio y en contemplación.
Disfrutamos mucho visitarla.
La Iglesia de Santo Tomás se encuentra en uno de los extremos del mercado, pero toda esta algarabía y ruido desaparece al momento de cruzar las puertas. Esta es la única foto que tenemos donde se puede ver el humo de los chamanes en la explanada frente a la entrada
El cementerio
No tengo idea de cómo terminamos en el cementerio del pueblo. El mismo se encuentra a unos 300 metros de la parte del mercado donde venden animales vivos (patos, gallinas, perros, gatos (¿?), pollitos, pavos, etc.
Pensando que se trataba tan solo de un pueblito y no una ciudad de más de 100.000 habitantes, nos quedamos totalmente anonadados con el cementerio pues el mismo se encuentra en una colina con vistas preciosas, es bastante grande y lo más importante, intentando no faltar al respeto a quien sea que esté enterrado ahí: es súper pintoresco.
Estas “casitas” se encuentran repartidas por el cementerio, en ellas los chamanes hacen sus rituales además se rinde tributo a los ancestros
No había nadie a quien podamos preguntar de quien era esta tumba y por que era venerada en particular. En la foto: velas, fuego, pétalos, frutas, cruz, dinero, caña y las evidencias de que esto se repite con frecuencia
Hay todo tipo de tumbas, desde panteones de colores, a túmulos de tierra e incluso una con forma de pirámide maya (¡!). A esto hay que agregarle la presencia de un par de sitios para rituales mayas, con inciensos, cañas y quien sabe que más, la presencia de los locales, vestidos con sus ropas de todos los colores (azul, blanco, lila, rojo, amarillo a tiras) y como uniformados que se encuentran solos o en familia riendiendo sus honores a los difuntos o utilizando otro tipo de servicio de los chamanes (ellos también hacen “trabajos” como en Paraguay: ataduras amorosas, limpiezas, maldiciones, etc). Incluso nos encontramos con un HELADERO que estaba consiguiendo buena clientela entre los vivos del cementerio ese caluroso domingo.
Familia de locales con quienes nos encontramos en el cementerio, son los mismos que en la foto anterior se puede ver en la casita de los chamanes. O eran fantasmas? Chan!
Evidentemente terminamos comprandole un helado a este visionario del necrobussiness
Conclusión Chichi
Chichicastenango fue una agradibilísima sorpresa, nos esperábamos un pueblito falso y turístico. Nos dio un tovajepeté y nos cerró la boca con orquesta de sonidos y colores. Nos dejó pensando y repensando sobre lo que pasaba en esa Iglesia. Nos mostró a los quichés, orgullosos de su ascendencia maya, la cual no solo recuerdan sino que viven en su día a día. Es un sitio al que uno debe ir con la mente abierta para ver costumbres ancestrales y conversar con los locales. También para ir con unos cuantos quetzales para no quedarse babeando, como nosotros que nunca compramos nada en ningún sitio, y comprar DE TODO en su mercado de artesanías.
Ante la ausencia de nuestro conejo Maxi y de Pacha, este gordo pulgoso ligó unos 20 minutos de mimos ininterrumpidos mientras esperábamos el shuttle para volver
Observese la cara de:
a) No tengo lentes de sol
b) Por que me estás sacando esta foto, te voy a #*@^7 si la publicás
c) Soy la mujer más alta del pueblo mbuajajajaja!
Gracias por leer el post, si querés comentar algo podés hacerlo más abajo :)